martes, 16 de abril de 2024

TERCER CUATRO40 EN LA DIÓCESIS DE JAÉN

 Lc 8, 19-21

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.» Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.» 

Del 12 al 14 de este mes de abril, en la Casa de Espiritualidad “Beato Manuel Medina Olmos” de Guadix, se ha celebrado el tercer Encuentro “Cuatro40” que se organiza en nuestra Diócesis.

24 personas de las comunidades parroquiales de S. Félix de Valois, Cristo Rey de Jaén y de las parroquias de la Encarnación, San José Obrero, de Bailén, hemos sido acogidos por el Equipo Diocesano de “Cuatro40”. Ellos son 25 miembros que pertenecen a esas mismas comunidades parroquiales más de la parroquia del Salvador de Bailen y La Inmaculada de Arroyo del Ojanco.

        En todo momento fuimos acompañados por los párrocos de S. Félix de Valois y Cristo Rey, así como por Javier Ramos, responsable general del proyecto Cuatro40.

En los últimos años, por parte del Papa Francisco, se nos recuerda con insistencia, que la evangelización es la tarea y misión esencial de la Iglesia. La Iglesia, vive para evangelizar.

Ciertamente se tiene que hacer a la luz del Espíritu Santo. Él es el protagonista principal de la Misión. Y para los cristianos de ahora esta “EVANGELIZACIÓN” se trata de “nueva en métodos, nueva en expresiones y nueva en ardor”.

En este encuentro Cuatro40, todos los que hemos estado allí, hemos vivido minuto a minuto cada día, la inquietud de andar el camino y la Palabra de Jesús, de forma novedosa, intensa y profunda. Hemos vivido este encuentro, abriendo el corazón, para abrirle la puerta cuando Él llame. 

“Mira que estoy a tu puerta y llamo. Si escuchas mi voz y me abres, me quedaré contigo.”

Todos hemos podido clarificar algo más en nuestro interior espiritual, gracias a la propuesta del Cuatro40. Algo que tanto necesitamos los miembros de nuestra Comunidad Parroquial, en esta sociedad actual.

Tenemos el ánimo abierto para continuar con nuestro cuatro40. Continuar creciendo en la fe de Cristo para poder ponerlo por obras y palabras, llegar así ser misioneros del asfalto y tener las virtudes cristianas de ser discípulos de Jesús.

 

jueves, 11 de abril de 2024

DOMINGO III DE PASCUA DE RESURRECCIÓN

Domingo 14 de abril de 2024

PRIMERA LECTURA:

“Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos” (Hechos 3, 13-15.17-19)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pedro dijo al pueblo: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.

Palabra de Dios.

SALMO:

Sal 4, 2. 4. 7. 9 (R.: cf. 7b)

R.  Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.

ü  -  Escúchame cuando te invoco, Dios de mi justicia; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. R/

ü   - Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque. R/

ü  -  Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?». R/

ü -  En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R/

SEGUNDA LECTURA:

“Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero” (1 Juan 2, 1-5a)

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.

Palabra de Dios.

V.  Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 EVANGELIO:

“Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día”

(Lucas 24, 35-48)

+  Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

«¿Tenéis ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:

«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

 Palabra del Señor.

RENEGAR DE JESÚS

VER. -

Renegar es negar algo, decir que no es verdad, no admitirlo, y hacerlo con insistencia. Todos sabemos de qué ‘renegamos’ en nuestra vida y, cuando sabemos por qué lo hacemos, ese ‘renegar’ lo expresamos de diferentes formas: puede ser un rechazo rotundo y razonado; o bien, lo apartamos de nosotros de un modo irreflexivo, sin una razón clara para ello. Y otras veces renegamos de algo simplemente porque ‘como no lo entiendo, como no me entra en la cabeza, no lo admito’. Y, cuando renegamos de algo sin saber realmente por qué, o sólo por nuestra cerrazón, tampoco somos conscientes de las consecuencias, ni para nosotros ni para otros.

JUZGAR. -

La Palabra de Dios de este tercer domingo de Pascua nos ha mostrado diferentes ejemplos de ‘renegar’. En la 1ª lectura, Pedro hablaba a la gente sobre “Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato…”. “Vosotros renegasteis del Santo y del Justo…”. Resultó sorprendente que prácticamente los mismos que habían aclamado con entusiasmo a Jesús durante su entrada en Jerusalén, pocos días después renegasen rotundamente de Él y pidiesen su crucifixión, por haberse dejado manipular por las autoridades de un modo irreflexivo, como también les recrimina Pedro: “sé que lo hicisteis por ignorancia”. Pero esa irreflexión e ignorancia ha tenido unas consecuencias muy graves: “pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida”.

También nosotros podemos ‘renegar’ de Jesús, de forma irreflexiva, cuando nuestra fe es superficial: es una fe que nos resulta cómoda, no nos exige grandes esfuerzos, ‘cumplimos’, asistimos a celebraciones, charlas, encuentros… que nos gustan y nos hacen sentir bien… Pero cuando descubrimos que seguir a Jesús conlleva esfuerzo, renuncias, cruz… ‘renegamos’ de Él, nos desentendemos y ya no queremos saber nada. También renegamos de Jesús cuando, por ignorancia, no sabemos dar razón de nuestra fe y nos dejamos manipular por el ambiente y personas que nos rodean y que nos apartan de Él.

Pero renegar de Jesús tiene unas consecuencias: Él es el Camino, la Verdad y la Vida y, si lo rechazamos, damos entrada a ‘asesinos’, a actitudes, ideologías y comportamientos que ‘nos matan’, que no nos dejan vivir realmente, ni a nosotros ni a nuestro mundo.

Y en el Evangelio hemos escuchado otro ejemplo de ‘renegar’ de Jesús: cuando se presenta en medio de los discípulos, “ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu… no acababan de creer por la alegría…”. Ellos ya lo habían visto resucitado, y “lo habían reconocido al partir el pan”. Sin embargo, no les entra en la cabeza que Jesús haya resucitado, y siguen renegando de Él, como les dice Jesús: “¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?”.

Quizá a nosotros también nos ocurra algo parecido: procuramos vivir nuestra fe de un modo consciente y activo, participamos en lo que podemos, incluso tenemos algún compromiso evangelizador… pero nos damos cuenta de que todo eso no brota de dentro de nosotros, que lo hacemos casi como un empeño personal porque, en realidad, no nos entra en la cabeza la Resurrección de Jesús, surgen dudas en nuestro interior y realmente no nos lo acabamos de creer.

Pero, como los discípulos, estamos reunidos en su nombre y Él se presenta en medio de nosotros y nos dice: “Soy yo en persona”. Y también nos abre “el entendimiento para comprender las Escrituras”. Jesús no nos deja en nuestra cerrazón, nos ayuda a profundizar, a descubrir las razones para creer en su Resurrección: humanamente es algo que no nos entra en la cabeza, pero eso no significa que no sea real. Y creer en la Resurrección de Jesús también tiene unas consecuencias: “en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos…”. La Resurrección de Jesús nos ofrece la verdadera esperanza: es posible para todos cambiar y acoger el Evangelio.

ACTUAR. –

Como vemos, es bastante fácil ‘renegar’ de Jesús, por diferentes motivos. Por eso, la Pascua debería ser el auténtico ‘tiempo fuerte’ para quienes queremos seguir a Jesús, porque Él nos dice también: “Vosotros sois testigos de esto”. Busquemos las razones para creer de verdad en la Resurrección de Jesús y ser testigos de ella, para que todos puedan recorrer, ya desde ahora, el camino de la Vida.

 


viernes, 5 de abril de 2024

DOMINGO II DE PASCUA

Domingo 7 de abril de 2024

PRIMERA LECTURA:

“Un solo corazón y una sola alma” (Hechos 4, 32-35)

Un solo corazón y una sola alma Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.

Palabra de Dios.

SALMO:

“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Salmo 117)

R.  Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

ü  V.  Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los que temen al Señor: eterna es su misericordia. R

ü  V.  «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte. R

ü  V.  La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R

SEGUNDA LECTURA:

“Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo” (1 Juan 5, 1-6)

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan. Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Palabra de Dios.

SECUENCIA:

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. 

Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta. 

«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?» «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!  Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua». 

Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa. Aleluya

R.  Aleluya, aleluya, aleluya. 

V.  Porque me has visto, Tomás, has creído —dice el Señor—; bienaventurados los que crean sin haber visto.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

“A los ocho días, llegó Jesús” (Juan 20, 19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban Los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo»; a quiénes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús les dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

VER. –

El Domingo de Ramos dijimos que comprender algo es tomar conciencia de ello, tener una idea clara al respecto, captar el significado… Y que en nuestra vida hay personas, cosas y hechos que comprendemos; otras veces nos cuesta comprender, pero eso no impide que esas personas, cosas y hechos formen parte de nuestra vida; pero también hay personas, cosas y hechos que nos resultan incomprensibles, y que nos cuestionan en lo exterior y en nuestro interior. Este último caso se produce, sobre todo, cuando se trata de personas a las que conocemos y que, en un momento dado, hacen o dicen algo que nos sorprende y no comprendemos la razón de sus palabras u obras.

JUZGAR. –

Durante la Semana Santa estamos contemplando desde la oración los últimos días de Jesús, para desarrollar nuestra capacidad de comprensión y asimilar eso que nos resulta incomprensible, porque queremos comprender mejor el núcleo de nuestra fe, y que los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor iluminen nuestra vida para vivirla plenamente desde la fe.

El Domingo de Ramos nos dio una visión general de estos Misterios, y hoy estamos en el primer día del Triduo Pascual, el Jueves Santo, una celebración que tiene sus gestos y símbolos propios.

La Eucaristía se celebra sólo por la tarde; durante el canto del Gloria se hacen sonar las campanas (que no vuelven a sonar hasta el Gloria de la Vigilia Pascual); se realiza el gesto del lavatorio de los pies; terminada la celebración, se lleva el Santísimo Sacramento hasta el Monumento preparado, para que los fieles puedan adorarlo; también se despoja el altar donde se ha celebrado la Eucaristía; no se encienden velas ante las imágenes de la Virgen o de los santos…

Como ocurre con el Domingo de Ramos, para la gran mayoría de los que estamos aquí, esta celebración nos es conocida, la hemos celebrado muchas veces. Pero, para no quedarnos en una mera repetición de unos ritos exteriores, hoy debemos dejarnos interpelar profundamente por la pregunta que Jesús ha hecho a sus discípulos: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”. Aunque nos resulta conocido, ¿podemos afirmar que comprendemos lo que esta tarde estamos celebrando?

Hemos escuchado en la 2ª lectura el relato más antiguo de la institución de la Eucaristía. Y san Pablo comenzaba diciendo: “Yo he recibido una tradición, que procede del Señor, y que a mi vez os he transmitido…”. ¿Comprendemos la grandeza de la Eucaristía? ¿Comprendemos que no es ‘oír Misa’, ni un simple rito, sino una Tradición en el sentido latino de la palabra, algo que los cristianos hemos ido recibiendo y transmitiendo, directamente desde el Señor? ¿Comprendemos que estamos repitiendo sus mismos gestos y sus mismas palabras, y que ‘cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz’ nos hacemos ‘contemporáneos’ de Jesús, Él se hace presente y entramos en comunión con Él?

En el Evangelio, Jesús, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. ¿Comprendo este amor tan grande? ¿Me siento amado por Él de este modo?

Y, como concreción de ese amor, Jesús “se quita el manto y, tomando una toalla, se pone a lavarles los pies a los discípulos”: ¿Comprendemos lo que significa esta acción? Jesús nos ha dicho: “Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. ¿Comprendemos que ese ‘lavarnos los pies unos a otros’ debemos concretarlo de palabra y de obra en la vida cotidiana? ¿Comprendemos las actitudes interiores de servicio y amor que requiere seguir el ejemplo que el Señor nos ha dado?

ACTUAR. –

Es mucho lo que se condensa en esta celebración: la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el día del Amor Fraterno. Y seguramente no somos capaces de comprender el significado profundo de todo ello Por eso, el Señor también nos dice, como a Pedro: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Hoy, o mañana, cuando estemos frente al Monumento y tengamos nuestro rato de oración ante el Señor, pidamos al Señor que nos ayude a comprender que la Eucaristía es ‘comunión’ con Él. Sintámonos hoy especialmente unidos a Él, y por Él sintámonos unidos los unos a los otros. Y que manifestemos su amor “hasta el extremo” mediante el servicio y la entrega, ‘lavándonos los pies’ unos a otros.

 

sábado, 30 de marzo de 2024

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Domingo 31 de marzo de 2024

PRIMERA LECTURA

Hch 10, 34a. 37-43

Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

SALMO RESPONSORIAL

Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23

R. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

ü * Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R.

ü * «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. R.

ü * La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. R.

SEGUNDA LECTURA

1 Cor 5, 6b-8

Hermanos: ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.

SECUENCIA

Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo. Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta. «¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?» «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua». Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa. Aleluya

EVANGELIO

Jn 20, 1-9

Él había de resucitar de entre los muertos

Lectura del santo Evangelio según san Juan. El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

VER. -

Todos, en alguna ocasión, hemos vivido situaciones que nos han dejado perplejos. Hemos visto alguien o algo que nos ‘descoloca’, que rompen nuestros esquemas mentales, incluso el orden natural de las cosas. Cuando esto nos ocurre, normalmente nos quedamos quietos y sin saber qué decir, porque no sabemos cómo reaccionar, no encontramos una explicación lógica a eso que estamos viviendo. Durante algún tiempo le daremos vueltas a la cabeza, buscando una respuesta, pero lo más normal es que acabemos aceptándolo, aunque nos resulte incomprensible.

Durante la Semana Santa hemos contemplado desde la oración los acontecimientos de la vida de Jesús que constituyen el núcleo de nuestra fe. El Domingo de Ramos, conmemorando la entrada de Jesús en Jerusalén, ya se nos advertía que “estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio…”. Y asumíamos el reto de comprender mejor los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, para que iluminen nuestra vida y así vivirla plenamente desde la fe.

JUZGAR. -

El Jueves Santo nos invitó a preguntarnos si comprendemos que Jesús instituyese la Eucaristía y realizase el lavatorio de los pies a sus Discípulos. El Viernes Santo nos encontramos ante lo incomprensible de la Cruz, tanto la de Jesús como las cruces humanas. Y esta noche/hoy nos situamos ante algo todavía más humanamente incomprensible: la Resurrección del Señor.

Los Evangelios de la Vigilia y del día nos narran hasta qué punto este hecho dejó perplejos a los discípulos. La Resurrección de Jesús no sólo no era algo que esperaban, es que ni siquiera se les había pasado por la cabeza: “Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús… y se decían unas a otras: ‘¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?’”. Su intención era cumplir los últimos ritos funerarios con el cuerpo de Jesús, ya que no habían podido llevar a cabo el viernes por falta de tiempo, y su preocupación era poder hacerlo.

Pero se encuentran con una situación que las deja perplejas: “Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida… Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco… Él les dijo: ¿Buscáis a Jesús, el Nazareno, ¿el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron”.

Podemos hacernos una idea de cómo se sintieron: están en el lugar correcto, pero lo cierto es que el cuerpo de Jesús no está: “Mirad el sitio donde lo pusieron”. No hay una explicación ‘lógica’ ni para lo que ven ni para lo que oyen, y sólo les queda hacer lo que se les ha dicho: “Id a decir a sus discípulos…”.

Ellas no comprenden lo que está ocurriendo, por eso, como escuchamos en el Evangelio del día, María la Magdalena se limita a decir: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Es el turno ahora de Simón Pedro y al otro discípulo, que corren juntos hacia el sepulcro de Jesús. Lo encuentran abierto y, además, “los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte”. También podemos imaginar la perplejidad de Pedro y del otro discípulo, y las preguntas que se harían tratando de encontrar una explicación a la ausencia del cuerpo de Jesús. Porque, por sí solos, ni el sepulcro vacío, ni los lienzos tendidos, ni el sudario enrollado son una prueba de lo que ha ocurrido. Hace falta algo más.

Y la clave nos la ha ofrecido también el Evangelio: “el otro discípulo, a quien Jesús amaba, vio y creyó. Porque hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos”. La fe en el anuncio del ángel, fundamentada en la Escritura y alimentada por el amor al Señor y el testimonio de los discípulos, es el camino para acoger eso incomprensible y que nos deja perplejos: la Resurrección de Jesús. Y “así también nosotros andemos en una vida nueva”, como dice san Pablo.

ACTUAR. –

Hemos vivido la Semana Santa desde la fe, porque queríamos comprender estos Misterios. Pero esta noche/hoy estamos celebrando que Dios nos desborda y que siempre habrá cosas que nos resultarán incomprensibles. Pero eso no es un obstáculo, sino al contrario, es una garantía de que Dios no es una invención nuestra, una proyección de nuestros deseos, porque como dijo san Agustín: ‘Si fuéramos capaces de comprenderlo no sería Dios’. Por eso, aunque no comprendamos, aunque lo que esta noche/hoy celebramos nos deje perplejos y no nos entre en la cabeza, desde la fe sí podemos acoger y vivir la Buena Noticia: “¡Ha resucitado!”.


sábado, 23 de marzo de 2024

DOMINGO DE RAMOS

Domingo 24 de marzo de 2024

PRIMERA LECTURA:

Bendición de las palmas y ramos

“Bendito el que viene en nombre del Señor” (Marcos 11, 1-10)

Al acercarse a Jerusalén, cerca de Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, y a la entrada encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado aún; soltadlo y traedlo. Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, decidle: El Señor lo necesita, y en seguida os lo devolverá». Ellos fueron, encontraron el pollino atado a la puerta, afuera, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Por qué desatáis el pollino?». Ellos respondieron lo que les había dicho Jesús, y los dejaron. Llevaron el pollino a Jesús, pusieron encima sus mantos y Jesús se montó en él. Muchos alfombraban el camino con sus mantos, y otros con ramas que cortaban en los campos. Los que iban delante y detrás gritaban: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, de nuestro padre David! ¡Viva Dios altísimo!

Misa

PRIMERA LECTURA:

“No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado” (Isaías 50, 4-7)

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

SALMO:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Salmo 21)

Ø Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere». R/.

Ø Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R/.

Ø Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

Ø Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. «Los que teméis al Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel». R/.

SEGUNDA LECTURA:

“Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo” (Filipenses 2, 6-11)

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS.

Mc 14, 1 — 15, 47

Andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte

C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:

S. «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».

Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura

C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó sobre la cabeza. Algunos comentaban indignados:

S. «¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».

C. Y reprendían a la mujer. Pero Jesús replicó:

+. «Dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra buena ha hecho conmigo. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se hablará de lo que esta ha hecho, para memoria suya».

Prometieron a Judas Iscariote darle dinero

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron darle dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?

C. El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».

C. Él envió a dos discípulos diciéndoles:

+. «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”.

Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí».

C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo

C. Al atardecer fue él con los Doce. Mientras estaban a la mesa comiendo dijo Jesús:

+ «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo».

C. Ellos comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro:

S. «¿Seré yo?».

C. Respondió:

+. «Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado!; ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:

+. «Tomad, esto es mi cuerpo».

C. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron.

Y les dijo:

+ «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres

C. Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

+. «Todos os escandalizaréis, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”.

Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».

C. Pedro le replicó:

S. «Aunque todos caigan, yo no».

C. Jesús le dice:

+. «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres».

C. Pero él insistía:

S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».

C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir espanto y angustia

C. Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos:

+. «Sentaos aquí mientras voy a orar».

C. Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice:

+ «Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad».

C. Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y decía:

+ «¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz.

Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres».

C. Vuelve y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro:

+. «Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? Velad y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil».

C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió y los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían qué contestarle. Vuelve por tercera vez y les dice:

+. «Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Prendedlo y conducidlo bien sujeto

C. Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. «Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto».

C. Y en cuanto llegó, acercándosele le dice:

S. «¡Rabbí!».

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

+. «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras».

C. Y todos lo abandonaron y huyeron.

Lo iba siguiendo un muchacho envuelto solo en una sábana; y le echaron mano, pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?

C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.

Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban falso testimonio contra él diciendo:

S. «Nosotros le hemos oído decir: “Yo destruiré este templo, edificado por manos humanas, y en tres días construiré otro no edificado por manos humanas”».

C. Pero ni siquiera en esto concordaban los testimonios.

El sumo sacerdote, levantándose y poniéndose en el centro, preguntó a Jesús:

S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».

C. Pero él callaba, sin dar respuesta. De nuevo le preguntó el sumo sacerdote:

S. «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?».

C. Jesús contestó:

+. «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo».

C. El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dice:

S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?».

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirlo y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. «Profetiza».

C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a ese hombre del que habláis

C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, ve a Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice:

S. «También tú estabas con el Nazareno, con Jesús».

C. Él lo negó diciendo:

S. «Ni sé ni entiendo lo que dices».

C. Salió fuera al zaguán y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. «Este es uno de ellos».

C. Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro:

S. «Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».

C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. «No conozco a ese hombre del que habláis».

C. Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús:

«Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.

¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.

Pilato le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Él respondió:

+. «Tú lo dices».

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:

S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».

C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.

Pilato les preguntó:

S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.

Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. «Crucifícalo».

C. Pilato les dijo:

S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. «Crucifícalo».

C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le ponen una corona de espinas, que habían trenzado

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. «¡Salve, rey de los judíos!».

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.

Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.

Conducen a Jesús al Gólgota

C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.

Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),

«Fue contado entre los enemigos»

C. y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.

Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».

C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:

S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».

C. También los otros crucificados lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:

+. «Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?».

C. (Que significa:

+. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. «Mira, llama a Elías».

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:

S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro

C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.

Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.

María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban dónde lo ponían.

Palabra del Señor.

¿COMPRENDEMOS?

VER. –

Comprender es tomar conciencia de algo, tener una idea clara al respecto, captar el significado… En nuestra vida hay personas, cosas y hechos que comprendemos y con los que nos manejamos y relacionamos bien; también hay personas, cosas y hechos que nos cuesta comprender, pero eso no impide que formen parte de nuestra vida. Pero otras veces hay personas, cosas y hechos que nos resultan incomprensibles, y que nos cuestionan y generan problemas y conflictos, en lo exterior y en nuestro interior. Sin embargo, podemos desarrollar nuestra capacidad de comprensión para que podamos asimilar eso que, hasta ahora, nos ha resultado incomprensible.

JUZGAR. –

Hoy es Domingo de Ramos, el primer día de la Semana Santa, en la que no sólo recordamos, sino que actualizamos en nuestro hoy lo que constituye el núcleo de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación.

Hemos iniciado la celebración conmemorando la entrada del Señor en Jerusalén: “la gran multitud… tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando: ‘¡Hosanna!..’ Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito: ‘He aquí que viene tu Rey...’” Para la gran mayoría de los que estamos aquí, esta celebración nos es conocida, ‘lo de todos los años’, con sus tradiciones y símbolos propios.

Pero en la narración de la entrada del Señor que hemos escuchado al principio, el evangelista san Juan añade un detalle importante: “Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio…”.

Es la llamada que la Palabra de Dios nos hace hoy, al comenzar la Semana Santa: Aunque nos resultan conocidas, ¿podemos afirmar que comprendemos ‘estas cosas’ que hemos escuchado?

¿Comprendemos la actitud del Siervo del Señor en la 1ª lectura? “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban… no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos…”. ¿Comprendemos que, a pesar de lo que está padeciendo, exclame: “El Señor Dios me ayuda… sabiendo que no quedaría defraudado”?

¿Comprendemos lo que san Pablo nos transmite en la 2ª lectura, que “Cristo, siendo de condición divina, se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, y se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de Cruz”? ¿Comprendemos por qué Jesús, el Hijo de Dios, quiso actuar así?

¿Comprendemos la Pasión del Señor? ¿Comprendemos la traición de Judas? ¿Comprendemos lo que Jesús quiso transmitirnos en la Última Cena? ¿Comprendemos su angustia en Getsemaní? ¿Comprendemos que se dejase prender sin ofrecer resistencia? ¿Comprendemos las falsas acusaciones contra Jesús, las negaciones de Pedro, la actitud de Pilato, las burlas y ultrajes de los soldados... y el comportamiento de Jesús durante su Pasión? ¿Comprendemos que en la Cruz, exclamase: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. ¿Comprendemos su muerte?

¿De verdad comprendemos estas cosas? ¿O no las comprendemos, pero no nos importa, nos contentamos con celebrar los ritos y tradiciones? ¿O nos resultan incomprensibles, pero por eso mismo queremos vivir la Semana Santa en su plenitud, para intentar comprenderlas?

ACTUAR. –

Como decía san Juan, “estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio”. Acabamos de comenzar la Semana Santa, en la que vamos a contemplar desde la oración los últimos días de Jesús. El Domingo de Ramos nos da una visión general de todos esos momentos que la liturgia irá desgranando en los próximos días: el Jueves Santo nos invitará a preguntarnos si comprendemos que Jesús instituyese la Eucaristía y realizase el lavatorio de los pies a sus discípulos. El Viernes Santo nos situará ante lo incomprensible de la Cruz. Y el Sábado Santo por la noche en la Vigilia Pascual, y el Domingo de Pascua, nos iluminarán con lo humanamente incomprensible pero que sí podemos acoger y vivir por la fe: la Resurrección del Señor.

Para la mayoría, la Semana Santa se ha convertido en unas meras vacaciones de primavera, sin ninguna vinculación a lo religioso o, como mucho, como manifestación de actos y antiguas tradiciones folclórico-culturales que ni se comprenden ni significan nada para nuestra vida actual.

Ojalá nosotros sí queramos comprender mejor el núcleo de nuestra fe, y que el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor ilumine nuestra vida para vivirla plenamente desde la fe.