Quizá algunos de vosotros hayáis visto las
fuentes de la Granja de
San Ildefonso.
Fuentes preciosas que conservan
su instalación
de agua
desde que fueron construidas
hace casi tres siglos. Esta instalación
no funciona como las
fuentes de muchos pueblos y ciudades, en las que un motor
vuelve a lanzar la
misma agua que cae en la fuente. Aquí el agua proviene de un gran depósito natural, llamado el mar. Desde allí va pasando de una fuente a otra
por grupos
la última.
Este sistema hace
que todas
las fuentes
están conectadas al manantial
pero, por otro,
el agua
no se
reutiliza y por eso apenas si pueden encenderlas porque se “gasta”
mucha agua. La única
manera de que las fuentes funcionasen
siempre sería conectarlas a un manantial
inagotable.
Es precisamente eso lo que hoy nos
anuncia el evangelio. Dios
Padre es la fuente inagotable del amor que a través de Cristo, muerto y resucitado ha sido
conectado con la humanidad.
Si permanecemos unidos a Cristo ese amor fluirá a través
nuestro, purificándonos, refrescándonos,
llenándonos por completo y derramándose inagotablemente sobre los demás…